lunes, 30 de junio de 2014

LOCURA

Patricia Malone Raygada, tu palabra me sirvió para crear un backstory a un personaje que cree. Gracias!! Se escribió el 30 de mayo de 2014.

LOCURA

Los especialistas no pudieron explicar las causas de su locura. No se encontraba coherencia con lo que decía. Las frases que repetía parecían no tener relación alguna entre sí. Según las grabaciones encontradas en la oficina del director de la institución mental, todas las declaraciones parecían contener la frase: “y no podía dejar de ver esos ojos verdes”.

El nuevo interno había llegado la noche anterior. Se hizo una investigación sobre los antecedentes, teniendo en cuenta la información en los documentos que traía consigo y no se demostró causa plausible a tremenda locura. Las enfermeras no habían visto un caso así en todas sus carreras: espuma salía por su boca; la mirada era vacía y los ojos se movían de un lado a otro; el interno llegó traído a la fuerza por la policía, lanzando carcajadas mientras se resistía al ingreso. Parecía que su mente se hubiese desconectado.

***
Seraph Angelove no había querido hacer eso. Otra vez ocurrió lo que él tanto temía. Tenía 17 años y aún recordaba cómo ocurrió la primera vez. No pudo evitarlo, aquel hombre lo había irritado demasiado y Seraph hizo lo que se esperaba en esa situación: perder el control en una ira ciega.

El hombre había pasado gran parte del tiempo (escasos quince minutos) hostigando a Seraph por cualquier motivo: sus cabellos rojos en un estilo afro, sus ojos verdes (que parecían lanzar destellos de electricidad), su delgadez, su voz de niña e incluso su ropa multicolor (podría tratarse de un caleidoscopio para ser justos).

Seraph estaba en un Starbucks, comprando un café cuando aquel hombre se dispuso a estar en el peor lugar durante la peor circunstancia. Seraph nunca había sido muy paciente. Se podría decir que su ropa extravagante, su peinado o sus ojos saltones eran muestra de que miles de cosas pasaban a la vez por su mente.

Los insultos siguieron en susurros. Aquel hombre era astuto. No permitiría que los dependientes que cobraban y entregaban el café se dieran cuenta de su actitud. Después de todo, solo buscaba divertirse un rato y a pesar de la extraña apariencia, Seraph parecía un adolescente delicado e inofensivo.
Seraph dejó su café en el mostrador y volteó a mirar al hombre. La sonrisa que su rostro era tan abierta que parecía demencial. El hombre dudó por unos cuantos latidos de corazón, pero lanzó su estocada mayor al decirle a Seraph que era una mariquita. Los ojos de Seraph se abrieron, amplificando la sensación de que en cualquier momento saltarían fuera de su cráneo. Su sonrisa se volvió más perturbadora, bordeando en un placer psicótico. Todo fue tan rápido. El hombre no podía dejar de mirar esos ojos verdes. En su cabeza veía como sus pensamientos se derretían y se mezclaban con sus miedos y con todas las pesadillas que alguna vez haya tenido. Lo único coherente que quedó en su cerebro fue la imagen de esos ojos verdes, hipnóticos y enloquecedores.

Seraph, volteó y recogió su café. Agradeciendo al cajero sus atenciones, salió del local. A unos cuantos pasos, pudo oír cómo aquel hombre comenzó a reír sin control. Por la ventana vio con una expresión curiosa, como se trepaba en las mesas y cómo los empleados intentaban de todo para que no lastimara a los otros clientes, quienes mostraban un terror indescriptible en sus rostros.

-“Buenas noches, idiota. Disfruta tu café.”-Seraph le dio un sorbo a su cappuccino y se alejó del lugar como si nada hubiese pasado, mientras se ponía los audífonos y encendía su reproductor de música.

***

Los testimonios de los trabajadores de la popular cafetería no ayudaban a aclarar los hechos. Aparentemente el hombre estuvo conversando con un joven, pero hablaba tan bajo que nadie pudo escuchar lo que decía. Según el cajero de turno, el chico solo volteó a sonreírle al hombre, como si una broma se hubiese dicho. Unos segundos después se despidió y abandonó el local. No habría motivo para saber qué hubiese pasado para que este hombre tuviera tal crisis psicótica.

La doctora a cargo no tuvo otra opción que sedar al hombre. Lo único raro era que las descripciones de los testigos coincidían en algo: el joven tenía unos ojos de color verde intenso, como si estuvieran recargados de alguna energía ilimitada, pero se asume que esa energía es normal en cualquier adolescente.

***
-“Otra vez pasó. La primera vez fue con mis padres, hace ya tantos años. De esa noche no recuerdo nada excepto que mi mamá perdió la razón y mi papá comenzó a comportarse como un chimpancé. Igual que esa vez, pude ver la mente de ese idiota y llegar a su centro. No sé cómo, pero pude desactivar su cerebro. No es que pensara mucho que digamos, pero pude verme en su mente bajando una palanca.”- Seraph se encontraba sentado en una banca de un parque de Santiago de Surco hablando para sí. Su cappuccino estaba a la mitad.

Para él no era secreto lo que había pasado. El tenía la habilidad de enloquecer a los demás con tan solo mirar a los ojos. Así fue como pudo evitar que lo mandaran a un orfanato cuando sus padres fueron internados en el Larco Herrera por los responsables del Bienestar Social del Menor. Era esa habilidad que le permitía obtener lo que quisiera: comida, ropa, hospedaje y otras cosas. Desde muy pequeño lo había entendido y siempre había utilizado su habilidad en dosis pequeñas, creando pequeñas ilusiones en las mentes más débiles. Pero esta noche había perdido todo control. Él sabía que cuando “esa palanca” se bajaba ni él podía subirla de nuevo, por lo menos no en su actual edad.

Algo en él le decía que tenía que ubicar a tres personas más, personas como él y a la vez distintas, pero mientras tanto, para no perder el control otra vez sobre su poder de locura, debería encerrarse a sí mismo. Claro que sería una precaución mínima, pues con sus habilidades podría salir en cualquier momento.
Mientras esperaba a esas 3 personas, sería interesante ver qué pasaba si él se ingresaba en alguna casa de locos. Poniéndose de pie, comenzó su caminata hacia la clínica mental en la que estaban sus padres.

Fingiría una locura tan creíble que deberían internarlo. Pasó por un poste que tenía un afiche con la imagen de una gitana. Intrigado, arrancó el afiche y lo guardó. La persona en ese afiche le parecía conocida. –“MMMM, Celeste…algo me dice que nos conoceremos pronto.” Mientras una nube cubría la luna y la música continuaba sonando en los audífonos de Seraph, él se alejó del parque, rumbo Magdalena del Mar.

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